El proyecto de confianza

2022-10-22 21:11:03 By : Ms. Ada Chen

La Comunidad de Madrid ha invertido 15,7 millones desde la aprobación del plan de recuperación en 2018. La superficie de la zona de actuación ha sido de 11 hectáreas. "Todo estaba salvaje, era la selva", recuerda Nuria Ruiz, jefa del proyecto

A veces basta con atravesar una puerta para hacer realidad esa quimera que es viajar a través del tiempo. Volver al pasado, concretamente regresar al amanecer del siglo XIX, resulta posible al cruzar la Puerta Real de la Quinta de Vista Alegre. Un atajo aún con cierto anonimato hacia otra época, que se mantiene viva entre los muros que cobijan ese colorido tapete de Carabanchel, al suroeste de la capital. Donde hace dos siglos desconectaban reinas y marqueses, hoy pasean con asombro miles de visitantes. Fueron 73.000 entre su apertura (mayo de 2021) y el 1 de septiembre, cuando aún había un acceso limitado. Desde el arranque del mes pasado, uno puede visitarlo gratuitamente todos los días.

La historia brota de cada rincón en este exuberante jardín, que permaneció en estado de hibernación hasta 2018. La Finca de Vista Alegre siempre estuvo ahí, pero su encanto quedó sumergido entre la maleza. "Todo estaba salvaje y estaba en riesgo de perderse. Era la selva", recuerda Nuria Ruiz, jefa de División Técnica del Patrimonio Inmobiliario, dependiente de la Consejería de Economía, Hacienda y Empleo de la Comunidad de Madrid. Ella es la brújula y el corazón de este proyecto impulsado por el gobierno regional, en el que se invertirán 15,7 millones de euros hasta 2023, para seguir con esa recuperación que se está desarrollando de inicio sobre 11 de sus 45 hectáreas. Hay edificios que desaparecerán al término de su vida útil, como el instituto o la residencia, para ser un trozo más del jardín. "Esta finca es hoy un Bien de Interés Cultural (BIC) y tiene un tipo de protección que obliga a que cualquier actuación que se haga, debe ser bajo la ley de Patrimonio Histórico y disponer de las autorizaciones pertinentes", apunta Nuria, que acompaña a EL MUNDO durante su paseo por este oasis madrileño de un intrincado ADN.

Para descifrar la fragmentada genética del entorno, conviene recordar que la tierra donde vuelve a desperezarse esta joya, fue en sus inicios un compendio de fincas de recreo, usadas por la burguesía incipiente como lugar de esparcimiento y ocio. Por allí pasaba la carretera que unía Madrid con Carabanchel. Es imprescindible no olvidar que el rey Fernando VII regaló una parte de la finca a su esposa, la reina María Cristina de Borbón, en 1832, y que la adquiriría por completo en 1835: "Ofrecía un clima benigno, muy próximo a la Corte". O que en 1846 pasó a manos de la reina Isabel II y su hermana, la InfantaMaría Fernanda. Y, por supuesto, que entre 1856 y 1889, este vergel alcanzó su mayor esplendor con el Marqués de Salamanca, quien lo transformó en poco menos que un edén. Que en 1889 fue cedido al Estado y se levantaron varias edificaciones para la Beneficencia. Con la llegada de las Comunidades autónomas muchas competencias cambiaron de manos. La Comisaría de Policía Nacional y el Colegio de Huérfanos forman parte aún hoy del 20% del terreno que sigue siendo de gestión nacional.

"Vista Alegre siempre ha tenido una gestión muy fragmentada y una interlocución difícil. Por eso los pasos son programados y lentos, aunque seguros", admite Nuria sobre el único de los nueve Parques Históricos de Madrid que, hasta 2018, no había recibido la declaración de Bien de Interés Cultural. Una categoría que le aporta protección específica. "Había una percepción de finca cerrada y unos problemas de conectividad. Desde entonces, se pasó de un modelo fraccionado a un modelo de campus, donde los edificios comparten espacio público. La gestión única corresponde a Hacienda", abunda, y desvela lo que más le ha llenado durante estos duros años de trabajo: "Me llama muchísimo la atención la buena aceptación y el respeto de la gente. Es un parque poco publicitado que se transmite de unos a otros. Hay un mundo de necesidades y convivencia que me fascina".

El ruido de los coches de la calle General Ricardos se diluye entre cedros, sóforas y coloridas plantas vivaces. Sólo interrumpe el silencio el rumor de una ría artificial colonizada por carpas. Cuenta con pasión Jesús Calatayud, Técnico Adjunto a la División Técnica de Patrimonio Inmobiliario que, en periodo estacional, una garza aterriza puntual sobre las aguas y equilibra la población de peces con su inmisericorde pico afilado y puntiagudo. "Espero que se empiece a comer a estos -señala a un puñado de peces color naranja-, porque si no habrá 100.000 el año que viene", bromea. La ría nace de una rocalla que ejerce como surtidor y que, por su natural apariencia, bien podría llevar allí toda la vida. No es así. De los 700 metros de largo que tiene esta pequeña ría navegable, 400 son BIC y 200 se han llenado de agua. "La ría es una de las grandes protagonistas del jardín", afirma rotundo Jesús, arquitecto y esencial en el despegue del entorno.

Hace unas semanas, un búho real regresó al rincón que había habitado hace no tanto. Dicen que las invasivas cotorras, cuya población ya ha sido controlada, fueron el motivo principal de su misteriosa desaparición temporal. Jesús muestra un vídeo de la sigilosa ave. Desde el centenario cedro que en su día plantó el Marqués de Salamanca, el búho divisa el Palacio Nuevo y disfruta de las geométricas vistas del Parterre. También de ese sinuoso y enigmático jardín romántico, recuerdo de aquella intensa curiosidad por la jardinería. Una guarida de sensaciones que persigue descubrir pequeñas y sorprendentes escenas. El color de Vista Alegre viene dictado según el mes del año debido a las variadas floraciones. Ahora manda el blanco. En mayo, el majestuoso lienzo abraza su plenitud. Por supuesto, no puede aires acondicionados en ningún edificio por el manto de protección sobre el entorno.

Cuentan que fueron los arqueólogos los primeros en acceder a la Finca. A ellos les tocó inventariar todo lo que iban encontrando. Desde una escalinata hecha añicos, hasta los mismos bordillos. Se toparon con una formidable red de atarjeas y canalizaciones de agua. "Tuvimos que documentar un puzle general para reconstruir las canalizaciones previas", señala Nuria. En esas, aparecieron los restos de una noria que obligó a replantear todo. También una colonia de gatos en pie de guerra, que exigió seguir un protocolo de identificación y castración. La colonia está hoy a nombre de la Comunidad de Madrid y los felinos se dejan ver lustrosos por el parque. Hubo que realizar un metódico y milimétrico inventario de cada árbol (hoja caduca en su mayoría), que incluía pruebas de carga y estudio de riesgo para los árboles con aspecto más ruinoso. Desde hace un mes, Vista Alegre dispone de un parte meteorológico específico, tras regirse durante años por el de El Retiro. "Las piedras en el camino forman parte de la naturaleza del proyecto. No ha habido retrasos, todo va fluyendo", prosigue. Y asegura haber aprendido mucho del Jardín de El Capricho, que pertenece al Ayuntamiento, aunque su proceso de recuperación ha sido mucho más dilatado en el tiempo (desde los 70).

Un batallón de equipos multidisciplinares han trabajado (y trabajan) en el jardín. A saber: ingenieros, geólogos, historiadores, restauradores (de piedra y madera), jardineros y paisajistas especializados en arbolado, arqueólogos, mantenimiento y arquitectos (técnicos y superiores). Entre la pasión de todos ellos y la apuesta económica de la Comunidad, Vista Alegre luce radiante. Y eso que en aquella primera expedición de 2016, cuando aún no había sido aprobado el proyecto, un laberinto de muros con plantas enraizadas dominaba el paisaje. Todo hubo que retirarlo a mano para no dañar el paraje. Relatan que el perro del guardés del lugar se quedó desubicado al eliminar estas pequeñas murallas. También le ocurrió a los que trabajaban allí. Que las caballerizas, majestuoso telón de fondo y bisagra entre los dos palacios, habían sido transformadas (destrozadas) y exigió recuperar los planos originales del arquitecto del siglo XIX Pascual y Colomer para su actual recomposición. O que la histórica cerca que delimita la Finca hubo que adecentarla para limpiarla del cemento que la recubría. Hoy se pueden apreciar los tajamares que en su día dieron salida a la corriente de agua de un arroyo que arrasó la zona. Allí encontraron balas de la Guerra Civil y un puñado de agujeros que usaban como puntos de tiro.

"Bajo un montón de capas de pintura, encontramos el mármol de la barandilla", desvela Jesús, con su álbum de fotos del paraje (las de ayer y las de hoy) bajo el brazo. "Hubo un trato inadecuado del edificio porque hasta 2008 acogió el colegio de educación especial María Soriano", recuerda. Se cegaron huecos para adaptar las ventanas, que eran más pequeñas de lo normal. Y subraya el camuflaje perfecto de las 200 arquetas del parque, la mayoría invisibles para el público.

Aún falta mucho por hacer. Aunque el latido es intenso y constante. "Es impredecible cuando veremos el parque en plenitud, pues depende de muchos factores. Algunos ni siquiera se pueden estimar. El ritmo es bueno, pero aún llevará muchos más años", concluye Nuria, mientras disfruta con la mirada de ese entorno mágico del que ahora vuelve a disfrutar Carabanchel. Muchas veces, viajar en el tiempo es más sencillo de lo que parece.

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Esta muy bien este paraje tiene una buena imagen no se como será por dentro .Pero todo lo que sea rehabilitar todo lo perdido esta bien .